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sábado, 28 de enero de 2017

Romper un vaso

Estaba al borde. Lo juro. Casi imperceptible,
atento a la ruina como a punto de darse muerte
como sabiendo el lugar exacto donde hacer fuga.
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Estaba al borde.
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Tuve un amor alguna vez. Era como vivir de la sed,
darse contra el mar hasta romper el cuerpo.
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Pero no era mi cuerpo lo que se fragmentaba
en la caída,
no esta vez. El vaso caía por el peso de su nombre,
dije vidrio y no necesité más para cortarme.
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La poesía hace estas cosas.
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Pablo Romero | "Romper un vaso".
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El último apague la luz

Oh, ser un capitán de quince años
Pere Gimferrer
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Sin fuerzas de pertenecer un poco al mundo
cuando es la vida me dejo caer:
acá empieza mi nombre y termina mi sombra
hallarse de pronto con el cuerpo tendido
tu nombre en el lugar de la conciencia
contar uno a uno los años en el pecho,
de golpe, sin pedir permiso a la muerte.
Esto es la clemencia. Escribo porque
me ahogo y ya no sé quién soy
porque soy el mismo, todavía.
¿Qué se sentirá escribir una victoria,
tener las manos llenas?
Digamos que me voy.
Este es el exilio que hace de mi cuerpo
una luz enorme donde enceguecer la vida
una tumba azul para velar
lo que fue arrancado, a tientas,
de la tierra.

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Pablo Romero | "El último apague la luz".
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Para que no lloren los vestidos azules

Tiendo la mano a la espera, la puerta está sin llave. Prendo una vela para hablar del vértigo como las gitanas en las noches celestes. La silla está vacía, poco importa. Explico lo que es. Cómo se escribe.
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Pienso: Se dice la espera cuando la letra está al borde y la noche entra para no irse más. Te digo siempre, no más subyugar transparencias. Gimo un poema. Lo hacés tuyo.
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Una vez hubo que hacer el amor para crearlo. Ahora qué. Ahora quién.
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Son incansables los fonemas de pronunciar las despedidas. Es ineludible escribir.
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dónde las ofrendas / donde las plegarias
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moran
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acá y allá
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moran
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las palabras descosen la costura de la llaga
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Aquí tatuaron sus huellas
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los que
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me habitan
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Te pones de cuclillas, despacito, como las penumbras en mi ojo derecho. Se declaman las danzas más preciosas.
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Ahora nadie.
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Pablo Romero | "Para que no lloren los vestidos azules".
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