Miércoles
.
No dudo que las estrellas malas devoren a las estrellas buenas, que las flores gordas devoren a las flores flacas, que el desierto de cenizas devore al desierto en llamas. No dudo de nada. Sólo una tregua, sólo una tregua. Y entonces creeré en todo, aun en mí misma.
.
«Quiero ser lo que ya soy», dijo.
.
.
.
Mi sombra,
mi nombre,
mi carencia.Todo se reduce
a un sol muerto.
Todo es el mundo
y la soledad
como dos animales muertos
tendidos en el desierto.
.
.
.
Tus deseos, tu mano negra hambrienta de realidad, tu manía de alabar al mundo muerto, tu ausencia de nombre, tu vigilia atroz, tu descenso en las escaleras de tu conciencia, tu hábito malsano de morirte cada día, ¿qué es?
.
Ah vivre livre [sic] ou mourir.
.
¿Quién no cree en esto o en aquello? ¿Quién no se desangra en la lucha? ¿Quién no llora pensando en el mar? ¿Quién no duerme en un lecho de amapolas? ¿Quién no tiene un sueño de colores posible de tocar? ¿Quién no posee un silencio, un tiempo, una música? ¿Quién no baila su propio ritmo? ¿Quién no tiene un sexo para alegrarse, una palabra en que sentarse, una manía para tener vergüenza? ¿Quién no tiene vergüenza de ser? ¿Quién no está enojado con la muerte?
.
Yo.
.
Pero cuando vea al mar. Cuando contemple sus extrañas olas que danzan y arrojan espuma. Yo veré el mar. Un verde infinito perfumará mis ojos. El mar. El mar y su tiempo preñado de pequeños tiempos, y su canto caído del infierno, su humilde reconciliación de tierra y cielo. Mon Dieu... Y cómo me desnudarán las aguas, y cómo me acariciarán. El mar. El mar o la salvación. El mar y su retorno a sí mismo, a un sí mismo que no es mar, que no es nada.
.
.
.
Una vez viene la mano del mar.
Otra vez huye la mano del mar.
.
.
.
Alejandra Pizarnik, Diarios.
.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario