viernes, 5 de enero de 2018

Estela en una encrucijada

Los mármoles que tanto amamos siguen ahí
en los museos Vaticanos, y las tablas
temblorosas de vírgenes y de ángeles, Duccio de Buoninsegna,
Ambrogio Lorenzetti, y los trajes a rayas de los duomos
y junto al Amo sigue Santa María della Spina, todo sigue
en Urbino, en Perugia, en San Sepolcro, en Siena.
Tú los verás acaso una vez más
y yo también acaso una vez más
en tiempos diferentes, sin compartir ese segundo
siempre nuevo y distinto de detenerse frente a un Donatello
y sin hablar, perdidos en la contemplación, saber
que el otro estaba al lado, que después sería el diálogo,
el acuerdo o la pugna o las razones
y sobre todo ese calor por dentro, esa felicidad de los museos
y después bajo el sol, comiendo en pobres trattorías,
o en nuestro cuarto miserable, lavándonos por turno junto al fuego,
mientras las voces retomaban un acorde del Giotto, un sesgo
de Francesco Laurana, y rehacíamos
en un aire común, en un contacto de eternidad precaria,
ya en la orilla del sueño, una sonrisa del Angélico,
los azules de Piero, los pardos de Masaccio.
Fuimos todo eso juntos; sólo quedan
nuestros ojos a solas en el polvo del tiempo.
.
Agosto de 1968
.
Julio Cortázar | "Estela en una encrucijada".
.

No hay comentarios.: